Ser empleado de banca ya no es un privilegio. Hoy se vive a base de horarios extendidos, presión por vender productos, miedo a ser despedido y el enfado generalizado de los clientes. La agresividad contra los trabajadores de cajas y bancos ha hecho aumentar los casos de ansiedad, depresión y fármacos en los últimos meses. Es una violencia oculta, no hay estadísticas ni datos oficiales.
El uso de ansiolíticos es algo ya habitual en este sector, poco queda de la tranquilidad con que muchos empleados vivían hace años. Por si esto no fuera suficiente, muchos empleados de la banca sufren a diario agresiones verbales o incluso violencia física de clientes que se sienten estafados por la adquisición de productos engañosos. Alrededor del 70% de los trabajadores que están en primera línea atendiendo a los clientes siente malestar que suele desembocar en episodios de ansiedad y estrés. A esta situación de malestar no viene motivada solo por las agresiones , que son una causa frecuente, sino también por la dificultad para conciliar vida laboral y familiar.
Hay dos fuentes de agresiones que pueden darse en una oficina bancaria, la cuales en su gran mayoría no llegan a denunciarse: una es el malestar generalizado de la población con la idea de que «la banca es la culpable de todo» en este caso la entidad se convierte en la diana de la indignación y otro supuesto, es responsabilizar al empleado de toda la situación, es decir a la cara visible, pero no la cara culpable.
Escasa protección
En las oficinas modernas, el empleado ya no esta blindado detrás de un cristal. Hay cámaras de seguridad conectadas a una central receptora de alarmas (CRA), su poder ante una posible agresión es apenas disuasorio. La respuesta de las entidades ante una amenaza suele ser muy variable, los protocolos internos son escasos y apenas llegan a la raíz del problema.
En addendo estamos trabajando en cursos y charlas que ayuden a complementar los protocolos ya existentes con la finalidad de dotarles de diferentes herramientas de autoprotección.
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