
Según los datos de la OMS, cada año se suicidan cerca de 700.000 personas y muchas más intentan hacerlo. Todos los casos son una tragedia que afecta a las familias, comunidades, países y tienen efectos duraderos para los allegados de la víctima. Puede ocurrir a cualquier edad y en 2019 fue la cuarta causa de muerte en jóvenes de entre 15 a 29 años en todo el Mundo.
Es necesario tener una conciencia social que manifieste la necesidad de que cada persona tiene una responsabilidad en dicho fenómeno, en su prevención y en el apoyo a los supervivientes, los familiares, los amigos y allegados. Entre todos tenemos que lograr que se visibilice el suicidio para su prevención.
Hay que exigir a la Administración que se trabaje en la dirección de la prevención y la intervención de la conducta suicida, pero también en la posvención. Tras cada muerte por suicidio habrá al menos 6 personas que quedarán marcadas de por vida.
La llamada visión en túnel es el proceso por el cual la persona se despega del interés por la vida. Su deseo no es morir, sino dejar de sufrir y de hacer sufrir a quienes les quieren, no siendo conscientes del inmenso sufrimiento que provocan a quienes quedan con su errónea decisión. El camino no está siendo el correcto, a pesar de que hay multitud de asociaciones, de profesionales, que indican las pautas y buenas prácticas.
Las personas somos mucho más fuertes de lo que podemos imaginar, tenemos una gran resiliencia que surge en situaciones adversas y eso nos hace encontrar caminos de superación que, en muchos casos, nos llevan al crecimiento personal como seres humano.
Tras la pandemia, en lugar de mejorar, parece avanzar aún más hacia la agonía.
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